Estaba
perdido entre dos mundos, sin saber cual me iba a absorber primero.
El
choque de las fuerzas de atracción arrancaba las últimas fuerzas de mis músculos.
Me encontraba borroso, en un mundo que parecía más cantico que otra cosa. Como
un viaje en el que los átomos del cuerpo se estiran, cada día más, esperando la
hora de la llegada.
No sabía
por qué preocuparme más: mi destino, mi constitución física, o el mundo en el
que iba a aterrizar.
La verdad es que estaba preso, de todas esas fuerzas que
dominan mi mente y mi cuerpo.
Sin
poder y entonces, con poco querer. Así fue.